Publicidad

El otro lado de la moneda – por Óscar Chávez Gómez – “Fui acusado por mi ex novia de maltrato sexual”

Publicidad
Publicidad

El 14 de octubre del pasado 2019, mi exnovia, Viridiana García, con quien tuve una relación sentimental desde el 4 de abril de 2018 hasta el 9 de junio de 2019, y vi por última vez el 17 de junio del mismo año, me acusó de cometer maltrato sexual contra ella a lo largo de nuestra relación. Esto lo expresó mediante una publicación en Facebook. Hoy quiero compartir mi historia.

 

 

La noche del lunes 14 de octubre yo salía del trabajo con mis compañeros, Monserrat y Fernando, y subía al autobús para regresar a casa.
Vi que tenía una llamada perdida de mi amiga, Miriam, de alrededor de las 8:00 PM.

 

Regresé la llamada y Miriam me dijo, muy preocupada, lo siguiente:

“Óscar, no sé cómo decirte esto, pero Viridiana acaba de publicar que abusaste de ella”.

Inmediatamente le agradecí por avisarme. Así que entré a Facebook, busqué a mi exnovia y me di cuenta de que yo había sido bloqueado desde su cuenta, algo que hasta hacía algunos día era imposible, pues sus posts aparecían en mi feed de vez en cuando. Pedí a mis compañeros que, por favor, entraran a buscar su cuenta. Sólo pudimos observar un texto muy largo que comenzaba:

“Tengo algo que contar…”.

Luego de leer las primeras líneas de la publicación, quise comunicarme con mi exnovia, como cualquiera haría si ha sido inculpado de algo tan grave.

Recientemente había cambiado mi equipo celular, por lo que el número de ella no aparecía entre mis contactos; sin embargo, por suerte, aún tenía el número de su casa. Bajamos, Monserrat y yo, mucho antes de nuestro destino, y llamé.

Me contestó la mamá de Viri y hablamos.

La señora ya estaba enterada de la publicación, y me dijo lo siguiente:

“Pues en cuanto a tu integridad no te preocupes. Pero déjala que se desahogue.”

Inmediatamente le dije que yo estaba en completa disposición de acudir a su hogar para platicar con Viridiana y entender lo que estaba sucediendo; ella contestó que Viri no querría verme y, en efecto, ella se negó. Pedí, entonces, que me comunicara con ella para conversar por teléfono. Viri accedió.

Saludé y le agradecí a Viri por contestar la llamada; le pregunté si podía verla para platicar en persona. Esta fue su respuesta:

“¡No! No quiero verte”. Me era incomprensible escuchar tanta ira en sun voz: la última vez que hablamos, cuando le pedí terminar, nuestra charla fue apacible y respetuosa. Esta vez oía una voz totalmente distinta, apenas pasados unos cuantos meses de nuestro rompimiento.

Le pregunté por qué hacía eso si yo jamás abusé de ella de ninguna manera: nuestra sexualidad siempre fue consensuada. Ella respondió algo como:

“¡Yo no dije que no haya sido consensuado, Óscar! Pero muchas cosas no me gustaron y jamás te dije, pero las hice por mero compromiso”.

Yo estaba intentando asimilar todo esto cuando ella agregó:

“Todo esto no es porque me terminaste, Óscar.
Sí, ¡Sí me dio mucho coraje que me terminaras solo porque te pedí verte un día más a la semana! ¡Solo porque me cambié de casa! Solo porque…”, continuó.

Me empecé a frustrar mucho, no podía evitar imaginarme cómo iba a afectar esto en mi carrera músical, en mi carrera universitaria, en mi trabajo. Empezaba a notar que cada vez se volvía más díficil conversar con ella y solo me interrumpía.

Al final solo dije: “Si después quieres hablar, no dudes en llamarme, buenas noches”, y colgué.

Caminamos a mi casa, Monserrat y yo, y se vino la parte más dificil de todas: platicar con mis padres.

Mi mamá comenzó a llorar, mi papá se encontraba completamente pensativo y preocupado, mi hermano ya se había enterado de todo.

Ojalá uno en estos casos supiera qué cosas deben hacerse, qué es conveniente y qué no. Yo, en mi desesperación, pedí a mis amigos que, por favor, reportaran la publicación, pero eso solo hizo más grande lo que ya empezaba a crecer en redes sociales.

Cientos de comentarios en mi contra empezaron a llenar la publicación de Viridiana; ataques y hasta amenazas de sangre, fotos mías circulaban, e incluso me agredieron en mensajes privados.

Yo estaba completamente indefenso, yo no sabía cómo podía probar que las acusaciones eran falsas, yo no sabía cómo demostrar que era inocente, que tenía derecho a ser leído, que mi versión también importaba. Pero a nadie le importaba. Para todos ellos la historia de Viri era real y absoluta.

Al día siguiente falté a clases y mi familia y yo acudimos al despacho de un abogado; sabía que denunciar a Viri me haría propenso a investigaciones y no me importaba: yo estaba seguro de mi inocencia. Dejamos claro al abogado que solo queríamos denunciar a Viridiana para ampararnos ante cualquier riesgo a mi seguridad, pues para ese momento ya había sido amenazado. Mi intención, en resumen, nunca fue perjudicarla, yo sólo quería sentirme protegido.

Camino a casa publicaciones y mensajes de odio seguían y me hacían sentir más inseguro y vulnerable; y justo a la hora de la comida me llamó Monserrat para darme una noticia que no me esperaba en lo absoluto… Había una nueva publicación:

La banda que yo mismo había formado en 2016 acababa de publicar mi expulsión del grupo, debido a la acusación de Viridiana.

A finales de 2017 conocí a Viridiana en instagram y ella exponía a su exnovio con ofensas como: “BASURA”. Amigas y amigos en común, cuando supieron que estábamos saliendo, me advirtieron que cada que ella salía de una relación hacía lo mismo; yo sé que esto debió alertarme, pero los ignoré. Jamás pensé que yo sería el siguiente.

Anexo prueba:

 

A lo largo de mi relación con Viri, ella se molestaba constantemente por el tiempo.

Si yo no la visitaba más de dos veces por semana, se enojaba.

Yo trataba de cumplir con sus requisitos, pero me era imposible, porque mis responsabilidades escolares, laborales y los ensayos con la banda, demandaban bastante tiempo.

Estudiaba de lunes a viernes y trabajaba de lunes a domingo, con un descanso entre semana, sin mencionar los ensayos; sin embargo, nunca falté a casa de Viri esas dos veces por semana. Yo la quería y, para mí, visitarla era una prioridad.

Debido a esto, me pareció prudente llegar a acuerdos con ella, como cualquier pareja.

Pero a pesar de eso, para ella jamás fue suficiente.

Viridiana me chantajeaba diciéndome que yo salía con mis amigos y que ella no tenía con quién salir además de mí, y se enojaba porque no la invitaba a mis reuniones. Pero cuando asistía, se aburría, se molestaba, iniciaba discusiones o, simplemente, se retiraba a algún rincón para mirarme de lejos. En muchas ocasiones, prefería no subir estados de mis salidas, porque sabía que se vendría un reclamo de su parte.

Nunca entendí su actitud, pero jamás la juzgué, simplemente dejé de invitarla.

Una vez, al poco tiempo de ser novios, fuimos a una fiesta juntos. Ella se emborrachó demasiado, hasta el grado de no poder pararse sin ayuda. Se hacía tarde y, preocupado por su estado inconsciente, llamé a su familia para que pasaran a recogerla y mandé por vía whatsapp la dirección donde estábamos; al enterarse de lo anterior, ella se puso agresiva y violenta conmigo y, tras unos minutos, se fue en el automóvil de sus padres. Esperé a que se pusieran en camino y me despedí.

Después de esto, decidí separar ambos aspectos de mi vida: vería a Viri dos veces por semana y saldría con mis amigos, solo, cada que tuviera oportunidad.

Sin embargo, Viridiana poco tiempo después de difamarme cambió todos estos hechos en otra publicación donde enlistaba las peticiones que me hizo durante nuestra relación y que yo no cumplí; entre ellas, quería que consiguiera dinero para los anillos de bodas de su hermana y su prometido, ya que nos habían elegido como padrinos; visitarla más veces por semana (como ya mancioné previamente) y, por añadidura, olvidarme de mis ocupaciones.

Para ella, incumplir con estas peticiones era injusto y, por lo tanto, era necesario acompañar su lista con una sarta de mentiras para seguir dañándome. Una de esas mentiras tiene que ver con la historia de la fiesta, antes mencionada:

en la versión de Viridiana, yo la había dejado tirada y ebria e inconsciente, en la fiesta, aun cuando muchos testigos, conocidos y desconocidos, me vieron llamar a sus padres, acompañarla al automóvil y asegurarme de que estaba a salvo. Pero una vez más: los hechos no importan, los testigos no importan.

Anexo prueba:

 

Invariablemente, tal como sucedió en la primera publicación, cada vez más personas veían en mí a un abusador, sin siquiera dudar un segundo de las palabras de Viridiana, como si, de repente, todos confiaran ciegamente en ella y desconfiaran ciegamente de mí.

Una vez que comencé a ir a terapia regresé al trabajo y a mis clases a la universidad, no sin cierta ansiedad y miedo: me sentía observado, me sentía juzgado.
Aunque nadie en mis círculos universitarios y laborales parecía haberse enterado de mi situación, me asustaba y desconsolaba con frecuencia al recibir notificaciones con mensajes como:

“Oye, ¿ya viste esto?”, “Tenemos que hablar…”, siempre acompañados con capturas de pantalla que revelaban sitios donde se compartían mis fotos y donde se me amenazaba a mí y a mis seres queridos.

Yo interrumpía mis clases para atender estos mensajes, con la incertidumbre de saber si hablaban de la misma publicación que inició todo o de alguna novedad, más ataques, más mentiras.

Este hábito me obligaba a mentir a mis profesores, perderme de contenido relevante para la carrera, faltar a entregas de trabajos y, por consiguiente, disminuir mis calificaciones en todas las materias.

Luego de dos meses de ataques, publicaciones e historias de Viridiana hacia mí continuaron y, con el tiempo, mi familia y yo, decidimos trabajar con otro abogado, pues supimos que presentó mi denuncia ante la Fiscalía el 15 de octubre, pero jamás le dio seguimiento. El actual licenciado, desde el inicio, se comprometió personal y profesionalmente con el caso. Al poco tiempo, mi denuncia fue procesada.

Cuando Viridiana recibió la notificación de que tenía una denuncia por “Delitos contra la dignidad de las personas”, inmediatamente ocultó todas las publicaciones que hizo para atacarme. Por primera vez desde octubre, sentí una ligera ola de tranquilidad: las publicaciones ya no seguirían girando en redes sociales, mi nombre dejaría de mencionarse entre las amenazas más crueles que jamás había leído; pero pasados unos días, ella redactó otra publicación alegando que había sido hackeada. Volvió a ajustar sus textos anteriores a modo público y, no contenta con ello, pidió a sus amigos de Facebook que siguieran compartiendo su caso.

Anexo pruueba:

En enero de 2020, Viridiana asistió a un citatorio respecto a mi denuncia, en el cual nos dio a conocer que días después de que yo la denuncié, ella me denunció por el delito de “VI0LACIxN”. Esto desconcertó a mi abogado, pues nos comentó que aquí existía una contradicción, porque ella afirma en sus publicaciones haber sido manipulada con su consentimiento y esto mismo confirmó en la llamada citada en las primeras líneas de este texto:

“Yo no dije que no haya sido consensuado, Óscar… “. Y según la ley, hay una gran diferencia entre lo que declara en sus publicaciones y lo que el delito de vi0lacixn refiere.

Seguía insistiendo en arruinarme la vida, esta vez desde nuevos flancos, como la universidad: Mandó mensaje a una página de mi escuela y pidió que publicaran mi nombre completo y carrera.

Anexo prueba:

Esta nueva publicación me puso en el blanco del centro universitario donde estudio: compañeros y compañeras me tomaban fotos cuando me trasladaba de un edificio a otro. Pero lo peor era en el salón de clases, cuando al ser nombrado en lista de asistencia, comencé a recibir miradas e indirectas cuando se enteraron de que yo era “el de la publicación”. Con el tiempo, no aguanté y rogué a algunos profesores que, por favor, al nombrar lista, ya no dijeran mi nombre completo; para esto me vi obligado a contarles mi situación, soportando sus desdenes y, en ocasiones, represalias.

Más tarde, acudí con coordinadores de la universidad, la doctora ______, amablemente, me atendió y dijo que, si Viridiana denunciaba por medio de la escuela, aunque ella no fuese estudiante, la casa de estudios podría darme de baja de la carrera de manera temporal.

Asustado, llevé documentos que probaban mi denuncia en contra de Viridiana a Rectoría para evitar que me suspendieran. Esto suponía mi ausencia a clases, pues era necesario estar pendiente de la administración de la universidad y de las novedades de Fiscalía.

Poco a poco, todo se me iba desmoronando: la música, los estudios, el trabajo.

Me iba quedando sin aspiraciones a causa de las publicaciones de Viridiana.

En febrero, mi denuncia procedió y decidí enviarla a “Métodos Alternos de Solución de Conflictos”. Yo no quería perjudicar a Viridiana de ninguna manera, yo sólo quería limpiar mi imagen y volver a vivir en paz, es por eso que preferí llegar a una solución por este medio y lo que quise pedir a Viridiana era sencillo: yo iba a retirar todos los cargos contra ella, siemplemente si ella decía la verdad públicamente, es decir, que aceptara que todo lo había inventado y tergiversado. Sin embargo ella no estaba dispuesta a dejarme en paz, pues firmó que no quería llegar a ningún acuerdo.

Tiempo después Viridiana, se llevó carteles con mi foto y datos personales y escolares; pegó los carteles en un edificio del centro, como puede apreciarse en la primer foto anexada a esta publicación.

Dos días después, publicó un ataque en contra de las mujeres que decidieron creerme por su propia voluntad; dijo que se avergonzaba de todas ellas porque no le creían y las juzgó. Cito sus palabras: “¿Para qué se ponen la bandera feminista?”.

Para ella, su verdad era absoluta, y cada que una mujer dudaba de sus declaraciones en público, respondía violentamente y ocultaba sus comentarios. Sus publicaciones parecían no tener detractores ni debatientes: humillaba a las mujeres que apenas se atrevían a poner sus palabras en entredicho y finalmente las bloqueba.

No había otra verdad. No había cabida para mi defensa: la razón era suya. Y para finalizar, Viridiana añadió que yo estoy escondido de la ley, y que por eso no he dado la cara para declarar ante su denuncia (por supuesto, no mencionó que ella, poco antes, había rechazado la solicitud en Métodos Alternos, eso no cuenta).

Y tiene razón: no he acudido a declarar, porque no puedo declarar sin antes ser notificado.

La notificación de su denuncia jamás llegó y sigue sin llegar a la puerta de mi hogar; yo mismo he pedido que se me envíe la notificación para poder declarar, llevo meses esperando que el Instituto de la Mujer me llame para presentarme y defenderme, pero sigue sin hacerlo. Aquí estoy, totalmente dispuesto a dar la cara.

Anexo prueba:

Mi psicólogo me diagnosticó estrés postraumático. Quienes me conocen, saben que me he vuelto introvertido, que me acompleja salir a la calle, porque me siento observado, me siento señalado. Sigo temiendo ser una mancha para mis seres queridos, esa persona incómoda que quieren lejos para evitar el prejuicio de quienes me creen abus4d0r.

Desde finales de octubre, cerré mi Facebook, pues me recomendaron cerrar mis redes sociales para evitar que mi familia y yo siguiéramos recibiendo ataques, también me advirtieron que había gente diciendo que, si yo salía a decir una palabra de esto, me inventarían más cosas inmediatamente.

En el terreno legal, mi denucia sigue su curso.

Solicité, en la Fiscalía, Medidas Cautelares en su contra, para que nunca más se acerque a mí, para que le sea imposible inventar que la persigo en las calles o algo similar. Esto no es paranoia: la propia Viridiana inventó que, meses después de haber terminado, yo seguía acosándola para tener relaciones s3xu4les y que ella aceptaba por miedo.

Puede no importar a nadie, pero anexo a esta publicación una segunda captura de nuestra única y última conversación después de terminar, llevada a cabo apenas dos meses antes de su primera publicación, donde me difamaba.

Cada día, desde el 14 de octubre, intento pensar en otras cosas para despejar mi mente. Intento todo el tiempo, pero es imposible: a donde vaya me preguntan:

“Oye, pero, ¿es verdad?”.

Soy inocente, pero. ¿Qué puedo decir yo? Dicen que el loco siempre será loco; que cuando te han incriminado, las réplicas razonables son negación y la ira simples desvaríos. Cuando te declaran loco, todas tus oraciones son locuras. Cuando te declaran “vi0ladxr”, todas tus oraciones son violencia.

Hubo personas que, cuando más las necesité, me dieron la espalda:

amigos, amigas, colegas, compañeros y compañeras. Hubo personas, también, que al principio me dieron su apoyo, pero terminaron eliminándome, bloquéandome y, finalmente, criticándome a mis espaldas en redes sociales, frente a la presión de sus contactos. Hubo incluso una persona que, sin más, me dijo: “Lo siento, tengo que aparentar que no estoy de tu lado”.

Y, de alguna manera, lo entiendo; nadie, o casi nadie, mete las manos al fuego por ti. Mejor juzgarte y apartarse.

Con esta publicación no pretendo insinuar que las acusaciones en redes sociales siempre son falsas, yo siempre he considerado que es necesario exponer a quien lo merece y advertir cuando se debe tener cuidado con una persona que puede atentar contra nosotros.

Redacto esta publicación porque, por parte de Viridiana, lo único que le falta compartir de mis datos personales es mi domicilio; a veces siento que lo hará en cualquier momento; y quizá, mis palabras logren disuadir a quienes han jurado atentar contra mi seguridad o la de mis conocidos. Quizá mis palabras detengan lo inevitable. Y a pesar de todo esto, hubo también quienes juzgaron mi silencio:

“El que nada debe, nada teme”. Qué diferente se ve desde afuera, ¿no?

Por último, quiero agradecer a la gente que me escribó para dejarme sus mensajes de apoyo, a mis familiares, amigos, psicólogo y a mi novia, que nunca me dejaron solo en esta situación. Pero sobre todo, mis seres queridos y yo, agradecemos infinitamente a todos aquellos que se mostraron neutrales al asunto, que tomaron una postura objetiva.

Gracias por leerme.

-ÓSCAR CHÁVEZ GÓMEZ

Publicidad
Publicidad
Entradas recientes

Esta web usa cookies.

Leer mas.
Publicidad