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La corrupción inunda al gobierno de López Obrador.

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Se suma un caso icónico por su importancia y cercanía con el presidente… | Julio Castillo

En 1992 James Carville, estratega de la campaña de Bill Clinton por la presidencia de Estados Unidos, inmortalizó la frase “it´s the economy, stupid” (es la economía, estúpido), anunciando que toda la narrativa de campaña se haría sobre la economía, que se encontraba en recesión después del fin de la Guerra Fría y de la crisis de los precios del petróleo. El tema de aquella elección fue la economía y Clinton lo entendió y ganó.

En el 2000 el tema era el cambio democrático y Fox lo entendió, abanderó y ganó, en 2006 los temas de encuadre fueron seguridad y empleo, en 2012 fue seguridad y en 2018 sí… fue corrupción. Si algo hizo bien Andrés Manuel López Obrador y su equipo de campaña fue ser la imagen antagónica a la corrupción que se desbordaba en el gobierno y su victoria se explica mucho más en un reclamo que en una esperanza.

Ahora la corrupción ha estado presente desde el primer día del sexenio y poco a poco va alcanzando a los más cercanos del gobierno de López Obrador y aunque al principio era creíble la constante negación del presidente, cada vez es más claro que no sólo no se ha acabado, sino que está peor que nunca porque lo que sí están acabando son los controles para impedir la corrupción, algunos casos claros:

· Está comprobado por el INEGI que los actos de corrupción se han disparado desde el primer año de gobierno de López Obrador. La Encuesta Nacional de Calidad de Impacto Gubernamental reveló que las víctimas de actos de corrupción en la prestación de servicios básicos crecieron 7.5% entre 2017 y 2019, pasando de 14 mil 635 víctimas por cada 100 mil habitantes en 2017 a 15 mil 732 en 2019.

· El primer reto que enfrentó el gobierno fue cuando a partir de desabasto de gasolinas -provocado por la ineptitud del mismo gobierno– se compraron sin licitación, además no cumplían con la norma para transporte de combustibles. En este caso la justificación fue la prisa y medio la aceptamos (esmerándome mucho por no mal pensar).

· La eliminación (y aún ausencia) de las reglas de operación en todos los programas y particularmente en los programas sociales clientelares, no es una puerta a la corrupción, es una evidencia de que de raíz se planearon para ser estrategias electorales corruptas y por eso les eliminaron las reglas.

· El caso de Bartlett ya ni caso tiene repetirlo… ahí es todo; desde las decenas de propiedades mal habidas que “no son de él, sino de la mujer que vive con él” y hasta los indignantes casos de los suplementos que vende el hijo a sobreprecio o la casa de la Roma en donde están las oficinas centrales de Morena.

· Otra forma de corrupción es la ineptitud y aunque no involucra malicia, sí tiene precios altísimos como cuando se pone  a dos personas sin la capacidad necesaria para llevar los temas energéticos de nuestro país y sus errores se calculan en miles de millones de pesos… saludos a Rocío Nahle y a Octavio Romero, por mencionar a los que han salido más caros en dinero, pero creo que Hacienda se lleva el récord porque su ineptitud nos cuesta vidas a diario, con los recortes en salud que desde el año pasado acabaron con el Seguro Popular.

· Ahora se suma un caso icónico por su importancia y cercanía con el presidente, el caso de las propiedades de John Ackerman, quien se presenta como “ideólogo de Morena” e Irma Sandoval, la encargada de perseguir los actos de corrupción y también quien dijo que Bartlett era totalmente inocente negando lo obvio.

Se cumplió el peor de los mundos… el discurso de López Obrador se cae desde su raíz y se hace evidente que Irma Sandoval es el nuevo Virgilio Andrade, que nunca estuvo ahí para perseguir la corrupción, su función era (y en el caso de Irma es) que el presidente y su camarilla permanezcan impunes… que lástima la verdad… ya ni siquiera pueden justificar su ineptitud en que son honestos porque ni eso son.

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