Publicidad

La seguridad pública comienza en casa

Publicidad
Publicidad

Por: Mario Spindola. 

Desde hace más de una década, los mexicanos hemos sufrido de inseguridad en las calles. Diariamente nos bombardean con noticias de robos en diferentes modalidades, extorsiones y fraudes, convirtiéndose este problema en un común denominador para la mayoría de los estados de la República mexicana.

Actualmente la tasa de incidencia delictiva del INEGI presenta el siguiente cuadro, que tipifica los delitos y distibución dentro de los principales estados:

Concepto Delitos ocurridos Víctimas Promedio
Estados Unidos Mexicanos 3,788,860 1,540,694 2.5
Robo/asalto de bienes o dinero /1 854,591 488,265 1.8
Extorsión 525,036 248,503 2.1
Fraude 431,090 215,179 2.0
Robo de mercancía en tránsito 302,897 194,188 1.6
Daños a instalaciones, maquinaria o equipo 90,188 55,972 1.6
Robo total o parcial de vehículo /2 416,454 186,006 2.2
Otros delitos /3 71,971 50,863 1.4

Los delitos clasificados como robo, asalto en la calle o transporte público son los más comunes dentro de la tipificación, con una incidencia de hasta 6% más que otros delitos.

La seguridad pública está secuestrada. Vivimos en una cárcel mental: salimos a la calle preocupados de que no nos sigan después de sacar dinero de un cajero, volteando a ver para todas las direcciones; subimos los vidrios del auto para evitar posibles robos y tratamos de no llamar la atención porque sabemos que podemos ser presa de un atraco.

Aun así, los amigos de lo ajeno no perdonan y se disponen a robar, aunque su ganancia sea mínima. Robar una cartera con $200 es “buen botín” y esto implica que las personas adineradas dejaron de ser las presas preferidas; ahora cualquier persona de cualquier estrato social es una presa considerable.

Pero, ¿por qué sucede este fenómeno? Analicemos: primero, pongamos la tipificación de robos como pauta para entender este cambio en la seguridad pública.

En primer lugar tenemos el robo en la calle; esto nos lleva a pensar que quizá estos tipos de ladrones son personas con necesidades básicas que necesitan sustentar los gastos diarios, ven la ocasión, el descuido de los transeúntes y aprovechan la oportunidad; no son ladrones especializados o que implementen grandes técnicas de engaño para lograr su robo, simplemente ubican el lugar perfecto donde tengan áreas de huida y que no exista vigilancia.

Según Francisco Morales, especialista en psicopatología criminal, este tipo de ladrones no tienen miedo a morir, carecen de un sentido de trascendencia, viven el presente, no tienen sueños y simplemente actúan según la ocasión; son jóvenes de 18 a 25 años, algunos han estado en tutelares.

Aquí podemos analizar un segundo punto: el contexto en el que crecieron. La mayoría viene de una familia desintegrada, no tienen tolerancia a la frustración y los problemas con la autoridad inician en su adolescencia, siendo por lo regular sus padres el primer obstáculo en dicho sentido. Los padres, en ocasiones, dejan de ponerles atención, por lo que valores como la honestidad, la empatía y valores cívicos son nulos en su crecimiento.

Existe un común denominador en los padres de los criminales violentos: la sobreprotección. No enseñan a sus hijos a asumir la responsabilidad de sus actos pues, en algunos casos en los que el adolescente es violento en la escuela, la mamá lo defiende diciendo que su hijo “no es malo”.

Estos jóvenes llegan a integrarse con secuestradores o narcotraficantes, de ese modo comienzan a madurar en su carrera delictiva.

La seguridad pública debe garantizar la convivencia pacífica, el desarrollo individual dentro de espacios públicos y crear un ambiente seguro para los individuos; sin embargo, como lo hemos visto y experimentado, no es así.

En su libro El Orgullo de ser policía, el Mtro. Miguel Ángel Godínez Muñoz menciona que cuando se habla de policías como funcionarios públicos responsables de hacer cumplir la ley, también es importante hablar de los derechos humanos establecidos en la Convención Americana sobre los Derechos Humanos, que señala en su Artículo 32 lo siguiente:

*“TODA PERSONA TIENE DEBERES PARA CON SU FAMILIA, LA COMUNIDAD Y LA HUMANIDAD. 

  1. Los derechos de cada persona están limitados por los derechos de los demás, por la seguridad de todos y por las justas exigencias del bien común, en una sociedad democrática”.

El Mtro. Miguel Ángel Godínez Muñoz, responsable en Interpol México para la nueva estructura y cambio de imagen de la Procuraduría General de la República (PGR) y su Policía Judicial Federal, es miembro del análisis para la implementación de un nuevo sistema de justicia penal en el país, derivado del Plan Mérida; desarrolló un concepto nuevo que involucra la implementación de un valor que debe sembrarse en la familia y lo nombra SEGURIDAD HUMANA.

El desarrollo familiar del individuo es uno de los principales factores para tomar decisiones de vida que llevan al individuo a delinquir, por lo cual tenemos que dejar de ver a la seguridad pública como un elemento exclusivo para el cuidado del desarrollo de la paz en exteriores y debe extenderse al interior de la familia;  de esta manera, podemos concluir que un individuo en el seno familiar y su convivencia es relevante para la repercusión en su desenvolvimiento social, ya que aquella persona que recibe valores y educación dentro de la familia tiene menos probabilidades de convertirse en un agresor social en el futuro.

El término de seguridad humana simboliza la trascendencia de ir más allá de un comportamiento; representa el sano esparcimiento psicológico, moral y cívico de la persona. De este nuevo concepto se desprende una nueva forma de ver la seguridad pública y comienza el enfoque en el desarrollo de la persona integral.

Seguridad humana es la conciencia y la congruencia de las consecuencias de los actos; es la responsabilidad de la persona dentro de una sociedad; es entender el papel que se juega en ella misma.

Como el individuo se ocupa de aportar a la sociedad un beneficio productivo para él en su vida y en su comunidad, la seguridad humana va más allá de evitar robos o posibles narcotraficantes. Este modelo de pensamiento educativo potencializa aspectos que han quedado olvidados en nuestros tiempos, como el sentido de trascendencia, la ética, el orgullo de ser una persona de bien y la conciencia de que el bien del otro es mi bien.

Somos una sociedad que representa una cadena de circunstancias, donde cada acción, por más pequeña o mal enfocada, desencadena consecuencias que perjudican el entorno. El concepto de la seguridad humana pretende elevar el nivel educativo de una sociedad, pero no solo en términos académicos, sino de la formación familiar de valores que se traduzcan en acciones con beneficios para todos.

Publicidad
Publicidad
Entradas recientes

Esta web usa cookies.

Leer mas.
Publicidad